No hace tanto tiempo, la formación se circunscribía a una etapa concreta de nuestra vida. Esencialmente a la niñez, la adolescencia y, si uno completaba todo el circuito, la universidad o la formación profesional superior. Una vez finalizados los estudios, uno comenzaba a trabajar y su relación con los estudios finalizaba. Quizá volvía a tener una cierta experiencia a través de sus hijos, pero siempre desde la lejanía y desde luego no para formarse uno directamente. Ese escenario fue cambiando, primero poco a poco, después más aceleradamente, finalmente llegamos al vértigo de nuestros días.
¿Qué ha cambiado?
Podríamos responder a esta pregunta, diciendo qué no ha cambiado! La sociedad se transforma a una velocidad tan vertiginosa que nos es imposible adaptarnos con los conocimientos adquiridos hace décadas. Necesitamos un reciclaje permanente para poder adaptarnos. Pero adaptarnos a qué? A todo! los cambios tecnológicos, sociales y de conocimiento han adquirido tal velocidad que los paradígmas cambian cada pocos años y no sólo en el ámbito laboral, también en el social. Nuevas herramientas mezcla de tecnología y nuevo habitos sociales cambian continuamente el escenario, provocando una respuesta adaptativa. Esa respuesta cuanto más mayor es uno, más esfuerzo y formación requieren. La aparición de internet suposo un tsunami que aún muchos intentan asumir. Paso de ser una cosa que no les importaba a tener que adaptarse, a fin de no quedar obsoletos laboralmente. Esos cambios continúan, y cada vez son menos las personas que se muestran reacias a la adaptación al cambio. Incluso, comienza a apreciar lo divertido que es continuamente estar aprendiendo y lo enriquecedor a nivel personal que es el aprendizaje. No es solo que es totalmente imprescindible aprender y adaptarse, es que es divertido!
Soy demasiado mayor para aprender!
Hubo un tiempo que nos decían que había una edad para aprender, y que pasada esa edad ya no se podía aprender. Era como si el cerebro fuese una vasija de barro, que una vez secada ya no se podía moldear. Esta “teoría” tuvo mucha aceptación en nuestra sociedad, y no era difícil escucharla a todo tipo de personas adultas. Especialmente aquellas que no habían aprovechado el tiempo de estudio en su infancia o adolescencia. Mitad desconocimiento, mitad procastinación.
Por suerte, hoy día esta forma de pensar está prácticamente desechada por lo menos a nivel social. Y ya a nadie extraña ver a personas mayores estudiando y formandose. Y no siempre por cuestiones profesionales, también por el simple placer de aprender y crecer a nivel personal. De hecho el número de personas mayores de 50 años en las universidades y centros de educación para adultos no para de crecer. También crece en el tramo de mayores de 65 años. Es decir jubilados que obviamente no buscan en la formación un futuro laboral. Quieren aprender porque disfrutan, porque siguen creciendo sin tener en cuenta su edad. Puede que las neuronas no estén igual de frescas a los 65 que a los 20. Pero a los 65 no se busca obtener buenas notas, ni destacar en un área de conocimiento o profesional. Se busca sentir el placer intelectual del aprendizaje y para eso no hace falta tener 20 años.
Futuro
Parece obvio que esta tendencia va a continuar. Internet y todas las posibilidades que ofrece a nivel de formación van a permitir una auténtica revolución en la formación de personas mayores. Cuanta más formación tiene una sociedad más formación reclama. Igual que cuanto más lee una personas más quiere leer. Unido a que el coste de la formación es cada vez menor debido a la tecnología y la colaboración desinteresada, así como al incremento de la masa crítica de personas que demanda formación, nos lleva a un escenario que nunca antes había existido. Una inmensa demanda de formación y unos costes mínimos de esa formación. Vamos hacía la edad dorada del aprendizaje, y será transversal a toda la sociedad.
Mira este video para darte cuenta de que la inquietud intelectual no tiene edad.